Un extraño enemigo…

SIÉNTASE INCÓMODO 
Un espacio de expresión… desvergonzada.

POR: Haydée Magallanes Montalvo

“Yo no soy machista” escucho decir a todos mis conocidos (y conocidas) y defender esta afirmación con vehemencia en redes sociales, sin embargo, invariablemente a esta frase le agregan un “pero…”: “pero no deberían andar solas tan tarde”, “pero no deberían vestirse así”, “pero no deberían enseñar las nalgas en facebook…”, y así hasta el infinito.

Leí hace poco un interesantísimo artículo en Forbes México, escrito por Heidi Ozuna Peraza, donde comenta que la mayoría de las personas no comprende a ciencia cierta términos como “machismo” y “violencia de género”; en sentido general, nadie se considera machista porque asocian este concepto con agredir físicamente a una mujer, por lo que todos los micromachismos pasan desapercibidos y, por lo tanto, a mucha gente le parece incomprensible e inverosímil que las mujeres salgan a las calles a exigir (incluso, de manera violenta) algo que no deberíamos siquiera de pedir.

Es entonces congruente que quienes ven “desde afuera” las marchas y sus acciones y consecuencias, echen espuma por la boca cada 8 de marzo, quizá deberíamos comenzar por concientizar acerca de cómo el machismo no es únicamente golpear o violar a las mujeres, sino también la creencia de que, por el simple hecho de serlo, se conciba a la mujer como vulnerable, frágil, sentimental, desvalida o tonta. Que frasesillas como: “Es que no se da a respetar”, “Tú no sabes porque eres mujer” o “A ellas no hay que entenderlas, sólo amarlas” vienen a reforzar el estereotipo de superioridad masculina contra vulnerabilidad femenina. Que los chistecillos, las fotos íntimas robadas y difundidas sin consentimiento de quien aparece en ellas, el menosprecio a las capacidades de las mujeres y el prejuicio y discriminación hacia las madres (solteras, o no) en los ámbitos laborales y sociales también forman parte de la cultura machista. Hay mucho trabajo por hacer en ese sentido.

Otra cosa: que la rabia es legítima, vale; que los cambios sociales no se piden por favor, también; que si por las buenas no entienden, quizá por las malas sí, ok;  pero eso de llevarse en la indignación ciega a perros y autos de otras mujeres ya es una sinrazón que raya en el absurdo; creo firmemente (y a reserva de echarme a todas mis amigas feministas encima, pero si esta columna no es para levantar asperezas, entonces ¿pa qué sirve?) que nunca debemos dejar atrás el diálogo. O corremos el riesgo de convertirnos en aquello que juramos destruir. Esto es un humilde, y quizá hasta ingenuo, llamado a la razón y a la búsqueda de alternativas pacíficas y congruentes con el movimiento feminista, que ante todo, busca la inclusión, la tolerancia y el cese de la violencia. El memorial de las víctimas de feminicido, creado por las compañeras en las vallas que resguardaban Palacio Nacional este 8 de marzo, es un excelente ejemplo de cómo generar consciencia y empatía hacia el movimiento sin afectar a la ciudadanía, sino a quienes deben velar por nuestra seguridad y el respeto a nuestros derechos humanos: las autoridades. El siguiente paso es educar, educar permanentemente a la sociedad para erradicar el machismo poco a poco y que dentro de unos años (que quizá no sean pocos) nuestras hijas o nietas puedan vivir en un mundo cada vez más libre y equitativo. Que el ojo por ojo no termine dejándonos a todos ciegos.

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La violencia de género nace en los micromachismos

Artículo para Forbes México por Heidi Ozana Peraza

Disponible en: https://www.forbes.com.mx/red-forbes-la-violencia-de-genero-nace-en-los-micromachismos/?f

*Comunicóloga, feminista, rockera y con el mal hábito de nombrar a las cosas por su nombre

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