A 23 años de un México con hambre y sed de justicia

Por: Pedro Peña Molina

El vigésimo tercer aniversario de la muerte de Luis Donaldo Colosio Murrieta, ex candidato priista a la Presidencia de la República, nos ofrece un buen pretexto para revisar las situación de las demandas que planteó en su histórico discurso del 6 de junio de 1994, “el México con hambre y sed de justicia”.
No tenemos que pensar mucho en una respuesta que a todas luces es evidente, estas palabras, lamentablemente, siguen siendo muy actuales, pareciera que el tiempo hubiera avanzando muy despacio en estos rubros.
Uno de los grandes pendientes del sistema político mexicano es ofrecer un adecuado acceso a la justicia a sus ciudadanos, que les brinde certeza y defienda eficazmente sus derechos humanos. Pero la realidad nos presenta una justicia lenta, parcial así como costosa en procesos y en recursos económicos.
Existen instituciones que han ganado reconocimiento y han iniciado un proceso de acercamiento a la población, como la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pero su intervención difícilmente llega a quienes más sufren las injusticias.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos, si bien ha crecido en su estructura y aceptación social, sigue teniendo el mismo mal que ha aquejado desde su origen, que sus recomendaciones son no vinculatorias. Si a esto le sumamos que el Instituto de la Defensoría Pública se encuentra rebasado por la gran carga de trabajo, podemos ver que el panorama de los agraviados es desalentador.
El México del 2017 tiene sumida en la pobreza a cerca de la mitad de su población, un salario mínimo que difícilmente alcanza para sobrevivir, desilusión y frustración de millones de jóvenes que se enfrentan al desempleo después de terminar sus estudios universitarios, por si esto fuera poco, un crimen organizado muy poderoso, niveles de violencia nunca vistos y nuestro territorio un gran panteón donde descubrimos fosas todos casi todos los días.
La riqueza acumulada en unas pocas manos, el gobierno concentrado entre familiares, y los privilegios en unos cuantos.
El México de hoy sigue con sus justos reclamos pero en condiciones peores condiciones que las de aquel lejano 1994.

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