Capricho de hembra que tuvo la daga

Por: Maruchi Bravo Pagola

 Maruchi Bravo Pagola

Le cruzan el rostro, de estigmas violentos, hondas cicatrices, y quizás le halaga llevar imborrables adornos sangrientos: caprichos de hembra que tuvo la daga. La esquina o el patio, de alegres reuniones, le oye contar hechos, que nadie le niega: ¡Con una guitarra de altivas canciones él es Juan Moreira, y él es Santos Vega! Dice Evaristo Carriego en sus Misas Herejes.

 

Imposible hablar de la revolución, sin hacerlo de las soldaderas, mujeres de vientres fecundos, de carne y hueso que paren entre matorrales, aman a la intemperie cuidan a su hombre, lo defienden y lo amparan. La mujer mexicana, resulta, en esos años difíciles, aliada infatigable y generosa. Las soldaderas son el otro ejército que crece y corre al lado del verdadero ejército. Las combatientes que asimilan grandes, interminables caminatas. La vida de estas mujeres mexicanas transcurría a la zaga o a la vanguardia de trenes o caballos. Si hubiera que escoger una palabra para definirlas sería: adhesión, al movimiento y a su pareja. La mujer asume la pelea, para adentrarse no sólo en el corazón de la tropa, sino en el de la historia de México.

 

En Los de Abajo, el conflicto de la Pintada, mujer apegada amorosa y solidariamente a Demetrio, es el claro ejemplo de lo que significaba la unión amorosa en estos tiempos difíciles. Cuando La Pintada sufre el rechazo de Demetrio Macías, al iniciar este su amorío con Camila, la Pintada mata a su rival a puñaladas. Demetrio ordena que la maten, sin embargo, la Pintada en una escena que después, con muchas licencias, escenificaría María Felix en la película La devoradora, se defiende con su cuchillo y lo entrega a Macías, retándolo a que sea él quien la mate. Demetrio no se atreve y la echa del regimiento. La soldadera fue suma de órdenes, buscaba agua, preparaba la lumbre cocinaba. Muchos podrían considerar, que la servidumbre de la soldadera favoreció el machismo y la tiranía masculina, sin embargo, es innegable que fue la irrupción de la mujer campesina en la historia, la fecundación del país a cargo de legiones de mujeres cuyo comportamiento fue el sello que lacraría la conducta femenina nacional.

manifestación

 

La música los acompaña. “Y una moza que valiente los seguía…”…”Y si acaso yo muero en campaña” y de pronto: “Hicimos de cuenta que fuimos basura/ vino el remolino y nos alevantó/ y al poco tiempo de andar en la altura/ un nuevo tiempo nos desapartó…”. Espolea un caballo al tiempo que surge el grito: “Viva Madero hijos de la Pelona” …y un cuerpo es arrastrado y pisoteado, otro cuerpo se desploma y deshace a balazos entre ayes de agonía y golpes secos. Así se va construyendo el país. Ya sobreviene la descarga… Ya lo van a fusilar… El que está a punto de morir se acoge a la jactancia como último reducto de dignidad y se abre la camisa, para que nadie diga que se rajó, para que su gesto de despedida se al mismo tiempo el aplauso que el mismo se brinda.

Desde luego, que la soldadera marca un abismo con la conducta de su inmediata compañera de género que habita el porfiriato, narradas perfectamente en Al Filo del Agua de Yáñez, novela en la cual, ni siquiera Micaela La Coqueta, tiene acceso a la sensualidad. Sus devaneos son castigados con la muerte. El sitio del sexo es el desbordamiento de los prostíbulos. Al irrumpir la revolución, entre el lodo y las casuchas, ante todo el país, surge no sólo una revolución, sino todo un pueblo. México marcha hacia su destino convertido en un alud de calzones de manta y de sombreros. A esas mujeres revolucionarias, las contemporáneas les debemos mucho y bueno.

manifestación ángel

 

Nada de esto quedó reflejado en la marcha del 16 de agosto. Sólo se evidencia una posible sumisión a un machismo poderoso económicamente, patrocinador de iras destructoras e inducidas. En ese espejo no nos reflejamos muchas mexicanas. Queremos justicia, si. Encauzada, fundamentada y con argumentos. En la marcha del viernes 16 de agosto, las mujeres perdimos más de lo que ya estábamos sintiendo perdido. Las dagas que esgrimieron esas mujeres protestantes, no fue un capricho de hembra como dijera Evaristo Carriego en sus Misas Herejes. Fue un harakiri social.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *