Observador veracruzano

“¡Se quedó gente abajo! ¡Están gritando! ¡Doblen la varilla para que puedan salir!’’, dijo un hombre minutos después de que el Colegio Enrique Rébsamen, ubicado en la Delegación Tlalpan, se derrumbara el pasado 19 de septiembre.
Un niño herido y cubierto de polvo apareció frente a él y fue rescatado, sin embargo, a sus espaldas, compañeros y maestros luchaban por sus vidas junto a cientos de personas que se arremolinaron en el lugar como rescatistas voluntarios en los siguientes días y horas.
Hoy, 30 días después, la multitud ya no está y el enorme edificio que albergaba el centro educativo es un cadáver de concreto entablado. Y aunque la atención de políticos y medios ya no se centra en ese lugar, los damnificados vecinos de esa escuela si están y denuncian el olvido de las autoridades. “Señor Presidente de la República, señor Gobernador de la Ciudad de México, ¿por qué no se hacen héroes nacionales? Es el momento. ¿Cómo? Ayudando”, llama Guillermo González Salas.
Se cumplió un mes después del sismo del 19 de septiembre, y el Colegio Enrique Rébsamen –ubicado en la Delegación Tlalpan de la Ciudad de México–, donde murieron 26 personas (21 niños y cinco adultos), se convirtió en un cadáver de concreto entablado.
Esa mañana fatídica niños y niñas fueron acompañados por sus familiares hasta la puerta de la institución educativa. Llegaron desde Acoxpa o Calzada del Hueso, se encaminaron por División del Norte y doblaron en las esquinas de Brujas y Rancho Piomo, sin imaginar que era un día de tragedia.
Dieron las 13:14 horas en la colonia Nueva Oriental Coapa y la alerta sísmica sonó cuando ya cuando los edificios del Enrique Rébsamen crujian. Sí, la mayoría de las personas salieron en el momento, pero decenas quedaron atrapados bajo los salones y el mármol del departamento de Mónica García Villegas, dueña de la Escuela.
La sangre comenzó a circular entre las ruinas. Polvo, descontrol, gente corriendo y gritando. El terror se apoderó de la zona. Se convirtió en un microcosmos del dolor. “¡Se quedó gente abajo! ¡Están gritando! ¡Doblen la varilla para que puedan salir!’’, gritaba un hombre junto a la estructura que acaba de vencerse. De un agujero en la pared, sobre la calle de Rancho Pio, se asomó un pequeño uniformado, pantalón rojo con cuadros y suéter con el escudo del CER. Estaba llorando. Entre las ranuras que dejó el movimiento telúrico fue rescatado junto a una de sus compañeras, de acuerdo a las escenas que compartió en redes sociales un héroe que arriesgó su vida para intentar salvar otras.
LLEGARON LAS MANOS…
El Rébsamen ya era noticia minutos después del sismo de 7.1 grados. Los testigos y los voluntarios que arribaron al lugar adoptaron, de inmediato, un lenguaje ahora ya conocido: Puño cerrado es igual a “silencio”, palma equivale a “nadie se mueva”, dedo significa “seguimos trabajando” y las manos arriba son para pedir agua.
Así corrieron los minutos y el sudor. Así se rescató a 11 personas en 24 horas. Y así, también, se localizaron los cadáveres de 21 niños y 5 adultos.
Llegó la comida, y los paramédicos. Arribaron las malas noticias, y la muerte. Hubo lámparas, y silencios prolongados. El área fue acordonada, y las autoridades, junto a voluntarios y “Los Topos”, dirigidos por Héctor “El Chino’’ Méndez, tomaron el control de los escombros (si es que se puede tener control sobre algo así).
Y de los restos emergieron menores con vida (ninguno de nombre Frida Sofía, por cierto). Pasaron las noches, los mitos, y los negocios se convirtieron en refugios, y la periferia del Enrique Rébsamen se volvió un búnker.
Claudia Sheinbaum Pardo, Delegada de Tlalpan, aseguró en septiembre que antes de demoler los restos del Colegio Rébsamen, se realizarán los peritajes necesarios para determinar qué pasó en el lugar.
De acuerdo a información presentada por Sheinbaum, en 2010 se ordenó la demolición del cuarto piso de la institución. El lugar, nombrado “gimnasio’’ en los expedientes, fue presuntamente clausurado, sin embargo, siguió ahí, dañando a los tres pisos originales del plantel. “Al momento del análisis técnico, se observó que se están realizando trabajos de demolición de estructura de concreto armado del tercero y cuarto piso, dañando elementos estructurales que afectan la estabilidad de la construcción’’, dijo en 2010 la Dirección General de Obras y Servicios Urbanos al director general Jurídico y de Gobierno, Alejandro Zepeda Godínez.
Siete años después vino la tragedia.
Sobre Zepeda Godínez ya pesa una denuncia penal, y también contra Miguel Ángel Guerrero López, director de Jurídico y de Gobierno de Tlalpan en 2014, y la directora Mónica García. “Es necesaria la investigación para saber qué pasó en los (edificios) que se derrumbaron, en los que quedaron afectados, o en los que hubo muertos”, apuntó Raquel Aguilera, subdirectora de programas de Amnistía Internacional México, en entrevista con SinEmbargo.
“La reconstrucción debe hacerse respetando y garantizando los derechos humanos de las personas. Es decir, que esta reconstrucción sea transparente, se garanticen las viviendas a las personas que lo perdieron, y que exista una investigación rigurosa respecto a los inmuebles’’, agregó.
Hoy, a un mes de la tragedia, aún está pendiente el dictamen del Colegio de Ingenieros Civiles, el cual resultará del análisis de las estructuras del edificio, del concreto, los planos y expedientes.