
El procurador de Protección al Medio Ambiente en el Estado de Veracruz, Sergio Rodríguez Cortés agradece a la vida haber librado la batalla contra el Covid-19, pues pudo haber muerto ya que tenía los pulmones invadidos del virus. Por fortuna para él y su familia, Sergio está recuperándose en su casa.
El hombre robusto luchó contra la enfermedad durante 27 días. En entrevistas concedidas a medios de comunicación, compartió que su experiencia con el virus fue muy difícil porque tenía dificultad para respirar.
“Me internaron en el hospital a causa de una crisis respiratoria que me diagnosticaron como neumonía atípica. Estaba respirando muy por debajo de lo normal, con el 80 por ciento de los pulmones invadidos por el coronavirus, una semana antes me habían confirmado la enfermedad, sin embargo, la reacción en mi cuerpo fue muy agresiva, no daba crédito a mi hospitalización”, comentó Rodríguez Cortés.
“Me pasaron a terapia intensiva. Estuve en la habitación 4, es decir, me tocó la 4T (según la propia terminología del hospital), mientras escuchaba hablar a los médicos de la necesidad de intubarme y ponerme un ventilador”.
Un médico le informó a Sergio que su estado de salud era de gravedad, por lo que él sintió miedo, impotencia y desesperación, porque no podía respirar y saber que en cualquier momento podía perder la vida le oprimió el pecho.
Desde que llegó al hospital y la noche que le dijeron que sus posibilidades de sobrevivir eran mínimas, sintió una necesidad de hablar con Dios: “No sé qué pasó, pero cuando me di cuenta había entrado en un diálogo con él”.
Le explicó sus razones para vivir, le pidió que perdonara sus pecados y le diera otra oportunidad de vivir. “Le pedía que no me dejara solo, le dije que quería ver crecer a mis hijos y que deseaba recuperarme para ser un buen cristiano, ser un buen hijo, un buen hermano, un buen esposo, un buen padre. Le ofrecí disculpas por mi soberbia, porque uno cree que todo lo tiene y mírenme acá. En un par de semanas no tenía absolutamente nada, le dije todo eso con el corazón, le pedí que por favor perdonara mi egoísmo”.
“Yo sería testimonio de su grandeza, no tendría por qué negarlo y mucho menos darme pena y gritar a los cuatro vientos que Dios existe, que mi Dios nunca me ha abandonado. La fuerza con la que realicé la oración me hizo sentir mejor, él me tomó de la mano, la sentí junto a la mía, estaba ahí esa noche; consolándome, después de llorar por largo rato me quedé profundamente dormido”.
Tres semanas después, una tarde, antes de rezar el rosario, recuerda que su esposa lo llamó y le dijo que su médico, el doctor Xicoténcatl García Jiménez, de acuerdo a los análisis que se le habían estado practicando la evolución había sido favorable y que estaba en franca recuperación.