Leopoldo Tlaxalo

El gato sin nombre era conocido en la colonia Formando Hogar porque estaba en la azotea de las casas, en los parques y en las calles aledañas a la colonia. Comía lo que encontraba en la calle, a veces los vecinos le daban carne, pollo, leche, pescado o lo que saben que le gusta a los felinos. Rara vez alguien se acercaba a darle croquetas, a su manera el gato agradecía el gesto de nobleza que los vecinos tenían con él. Nadie lo corría de sus casas, porque no le hacía daño a nadie, lo veían con indiferencia, tristeza, amor o compasión. En todo el tiempo que deambuló por la colonia, nadie se animó a adoptarlo. El gato sin nombre andaba en celo ocasionalmente, durante tres o cuatro días seguidos, después todo volvía a la calma.
La vida de los gatos callejeros es muy triste, pues corren muchos riesgos y no hay un alma que se apiade de ellos y lo invite a pasar a su hogar como un nuevo miembro de la familia comprometiéndose a darle casa y sustento. El sueño de todos los gatos y perros callejeros es tener un hogar donde se les dé de comer dos veces al día, se esté al pendiente de sus vacunas, se le lleve al veterinario de perdido cada seis meses y se procure tenerlo adentro de la casa para que no dé problemas a los vecinos y no corra el riesgo de morir envenenado por aquellas personas que acostumbran envenenar a perros y gatos por considerar que son dañinos para la salud de los humanos o simplemente por el placer de hacerle daño a los animales.
Desafortunadamente el gato sin nombre fue víctima de una de esas personas que acostumbra envenenar mascotas. Un mal día apareció muerto en la esquina de Santo Domingo e Icazo de la colonia Formando Hogar, a una cuadra de la avenida Cuauhtémoc. El lunes murió, su cadáver todavía estaba fresco cuando pasaron los transéuntes y vieron con tristeza el desenlace del gato callejero de la colonia. El martes por la mañana alguien le puso cal a su cuerpo inerte. La gente que transitaba por esa esquina estaba tan absorta en sus problemas cotidianos que veían el cadáver con indiferencia. A ningún vecino se le ocurrió, en toda esta semana, darle aviso a las autoridades o a alguna sociedad protectora de animales para que se llevaran el cuerpo del gato a enterrar a algún lado y evitar la descomposición de su cuerpo y que éste se convierta en un foco de infección.
Aunque los protectores de animales que se enteraron del caso quisieron ayudar en la medida de sus posibilidades, reconocieron que es difícil encontrar un lugar donde enterrar o cremar a los perros y gatos porque no existe en el puerto de Veracruz un crematorio o cementerio para mascotas de la calle. Existe la posibilidad de que se ofrezcan servicios exclusivos de entierro o cremación en algunas veterinarias pero tienen un costo. Los protectores de animales coinciden en que es necesario que haya un crematorio para mascotas de la calle porque el camión de la Limpia Pública no se lleva los perros y gatos muertos que están en las banquetas. Cuando un perro o gato muere, la mayoría de las veces por envenenamiento, ahí permanece el cuerpo inerte de la mascota en la calle durante días y semanas hasta que éste se va pudriendo ante la mirada indiferente de la ciudadanía.
Actualmente el gato permanece en esa esquina donde perdió la vida desde el lunes 15 de octubre. Su cuerpo ha resistido los cambios meteorológicos: lluvia, sol, viento, etc. No hay un alma que se atreva a enterrarlo en el jardín de su casa. Y uno se pregunta, ¿cuántos gatos y perros callejeros estarán en esa misma situación?, ¿cuántos mueren diariamente?. También hace falta que los diputados impongan penas más severas para los que maltratan y envenenan a los animales callejeros, pero sobre todo que se construya un crematorio para mascotas que cuente con las condiciones para que duerman el sueño eterno esos animales que en vida nos dieron alegría o nos provocaron un sentimiento de amor o compasión por la triste vida que les tocó vivir.