La antimonumenta frente al mar

Siéntase incómodo 

Un espacio de expresión… desvergonzada.

Por: Haydée Magallanes Montalvo*

El pasado 8 de marzo, la colectiva feminista Morras del Pueblo, conformada en su mayoría por jóvenes universitarias, colocó una antimonumenta en la Plaza de la Soberanía, como parte de la protesta por los elevados índices de feminicidios y violencia de género que sufre nuestro estado. Más tardaron ellas en colocarla, que los grupos conservadores en exigir oficialmente su inmediata remoción (así en tono autoritario y todo) e intentar boicotear el significado del artefacto en redes sociales.

Pero ¿por qué está ahí la antimonumenta y por qué debe quedarse? Una antimonumenta es un recordatorio constante y visible de que nuestro estado ocupa el 2o lugar en feminicidios a escala nacional, también nos recuerda que tenemos no una, sino dos alertas de género que no han sido atendidas, una en noviembre de 2016 por feminicidios, y la segunda por agravio comparado en marzo de 2017; que los casos denunciados de violencia contra niñas y mujeres veracruzanas no han encontrado justicia debido a la gran impunidad y corrupción que existe, en todos los niveles de gobierno, pero principalmente, en quienes conforman el Poder Judicial. Pero lo más importante, es que la antimonumenta sirve también como memorial por todas aquellas mujeres desaparecidas o asesinadas que lejos de encontrar justicia en las instituciones, fueron revictimizadas, burladas y cuya memoria sigue siendo agredida cada vez que un victimario libra una sentencia o comete otro crimen contra alguna mujer; por aquellas que han perdido la vida en abortos clandestinos, porque el Estado prefiere hacerse de la vista gorda antes de legislar en favor de la vida de las mujeres, ya que la consideran desechable.

La antimonumenta comunica algo, es la voz de las mujeres que han agotado todos sus recursos: legales, económicos y hasta espirituales, en busca de una justicia que no han obtenido, es el reclamo a la sociedad y a las autoridades por una vida libre de violencia, es el recordatorio implacable de que no se está haciendo lo suficiente.

Por lo tanto, nos representa a todas, porque todas somos propensas a ser víctimas de la violencia en un estado cuyas estadísticas en agresiones y feminicidios deberían bastar para dejarnos helados. Así que no se trata de un asunto estético, de si se ve bien o no en el boulevard o de si “las feministas de antes luchaban por causas justas”, la causa sigue siendo la misma, y además es bastante simple: Las mujeres somos personas y merecemos un trato digno y respetuoso de nuestros Derechos Humanos. Así que señoras y señoros que se rasgan las vestiduras cada vez que pasan frente a la antimonumenta, ustedes disculpen las molestias, pero nos están matando.

*Comunicóloga, feminista, rockera y con el mal hábito de nombrar a las cosas por su nombre.

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